¿Brillan más las chispas de un volcán o los diamantes de un anillo? Vincent Michel está convencido de que la respuesta correcta es la última. Las piedras preciosas también fueron la primera pasión del joyero suizo, con sede en Lausana, quien se sintió atraído por el oficio cuando solo tenía 12 años. Una visita de él, con su madre, a un taller de joyería lo introdujo en la magia del cincel, pero también del soplete y las gemas. Aunque en cierto momento de su vida Vincent Michel también estuvo tentado de convertirse en vulcanólogo.

Tras los primeros experimentos, como hobby, la joyería de alta gama se ha convertido en su profesión. Su camino comenzó en la Escuela Técnica Vallée de Joux, en la sección de joyería. Y su talento lo demuestra su victoria en el campeonato suizo de joyería. Un éxito que le impulsó a fundar su propia marca, tras las clásicas prácticas en el mismo joyero que había admirado de adolescente. En 2016 da el gran paso, con la apertura de su boutique en la ciudad suiza, donde crea y trabaja, con un laboratorio a la vista de los clientes: sirve también para mostrar la habilidad técnica, que permite al joyero crear pequeñas obras maestras que pueden llevar hasta a las 300 horas de trabajo.

Las joyas están hechas a mano, incluso por encargo. Pero el diseñador utiliza tanto métodos tradicionales como nuevas tecnologías, como el diseño CAD y la impresión 3D. El resultado son joyas como el collar Vol d’Abeille (vuelo de abeja) en oro blanco, diamantes y 45 turmalinas paraiba. O el anillo Hibiscus, en oro amarillo de 750 (con una parte central en oro rosa de 750) que tiene engastada en el centro una espinela ovalada de 4,65 quilates, zafiros verdes, granates demantoides, zafiros rosas y diamantes naturales.




