Desde Ucrania hasta California, pero mucho antes de que el ejército ruso invadiera el país oriental. Svetlana Lazar se mudó a San Francisco cuando solo tenía ocho años, luego se graduó de la escuela secundaria y asistió a cursos de escultura y joyería, para aprender la técnica de orfebrería necesaria para iniciar su propio negocio. Pero ella, antes que ella, tuvo mucha práctica: durante 11 años trabajó en el mostrador de una joyería, con el tallado y engastado de piedras. Un duro trabajo que, por otra parte, ha dotado a Svetlana de precisión y conciencia en sus propios medios.
Como ocurre con muchos otros diseñadores estadounidenses con raíces en países lejanos, es legítimo preguntarse si las joyas de Svetlana Lazar también reflejan su historia y cultura de origen. La respuesta es no. Las joyas están realizadas en oro de 18 kilates, al que se le añaden piedras como la turmalina, el ópalo, la aguamarina o la sodalita, junto con pequeños diamantes o zafiros. Algunas piedras están engastadas de tal manera que sugieren movimiento a través de las superficies translúcidas de las gemas.