Vicenzaoro es también una oportunidad para conocer a muchos joyeros. Y también sucede que se intercambian opiniones, se recogen estados de ánimo, se entiende lo que bulle bajo la pátina dorada de las joyas. También sucede que, sorprendentemente, las preocupaciones expresadas por los joyeros convergen todas en el mismo punto. Y suenan mucho como un grito de alarma para la joyería italiana. La opinión expresada es siempre la misma: la joyería italiana, la de la artesanía de alta calidad, corre el riesgo de desaparecer. No es una exageración y no es una perspectiva de mañana. Pero tampoco es una hipótesis descabellada.
En Vicenzaoro nos reunimos con joyeros de grandes y pequeñas empresas, desde la gran marca activa a nivel mundial, hasta la boutique que crea y vende para un número limitado de compradores fieles. Ninguno de ellos quiere que se publiquen las opiniones expresadas durante las entrevistas y respetaremos la confidencialidad. Pero el concepto común es claro: se está produciendo una profunda transformación del sistema de producción de joyas, que acabará marginando la creatividad y la habilidad de los artesanos expertos, la verdadera riqueza del Made in Italy, buscado y admirado en todo el mundo.
Hay dos factores que determinan esta tendencia negativa. El primero es la escasez de mano de obra, de jóvenes que quieran aprender el oficio con un recorrido de aprendizaje lento pero gratificante. Trabajar en joyas, crear, comprender todas las fases de concepción y producción, requiere tiempo y paciencia. Sin embargo, solo así se puede obtener la calidad que, combinada con la creatividad, hace de la joyería italiana de alta gama un objeto especial.
El otro factor es la actividad cada vez más intensa de las grandes marcas internacionales en los distritos orfebres, en particular en Valenza. Grandes grupos como Bulgari, que forma parte del gigante francés LVMH (lo denunciamos porque es el caso más citado por los joyeros, pero lo mismo ocurre con otros) han abierto grandes centros de producción y han contratado a cientos de jóvenes aprendices. Pero estos aprendices, dicen los grandes y pequeños joyeros italianos, nunca llegarán a ser buenos artesanos, porque el trabajo en estas nuevas fábricas de alta joyería está organizado según un modelo fordista. En resumen, cada trabajador en el banco de trabajo es responsable de aprender sólo una pequeña parte de la creación de la joya. Sin embargo, seguirá ignorando todo lo demás, un poco como en una cadena de montaje, casi como Charlie Chaplin en la célebre película Tiempos modernos (si no la han visto, véanla).
Por otro lado, la asociación del sector, Federorafi, había señalado hace unos meses que los excelentes datos de rendimiento están en peligro debido a la incapacidad de las más de 7.100 empresas del sector de satisfacer las demandas del mercado debido a la imposibilidad de encontrar mano de obra especializada. El mismo estudio había revelado que más del 50% de los empleados del sector llegará a la edad de jubilación en menos de diez años, mientras que sólo el 13% de los empleados tiene menos de 30 años. Y, por último, que las necesidades de nuevos empleados y de personal para el relevo generacional en las empresas en los próximos cinco años se pueden estimar en un porcentaje cercano al 8-10% de la plantilla total actual (3.000 empleados).
«No puedo más que reiterar la importancia de afrontar seriamente la transición generacional. Igualmente importante para nosotros, las asociaciones profesionales, es continuar, siempre en esta etapa, el diálogo con los jóvenes talentos de manera igualmente abierta como lo hacemos hoy», subrayó Stefano Andreis, presidente de Federpreziosi Confcommercio, la asociación de empresas del comercio minorista, en Vicenzaoro. Palabras que deberían estimular a la política a una iniciativa más eficaz en materia de formación, sin conformarse con que el aumento del empleo se delegue en las multinacionales del lujo que, obviamente, velan por sus propios intereses, quizás con ayudas fiscales.
Sin olvidar la tendencia en cuanto a la venta de marcas italianas que han emigrado o están listas para mudarse bajo el paraguas de un gran grupo internacional. La última en orden de tiempo ha sido Vhernier, otra marca que, casualmente, trabaja en Valenza y que ha pasado bajo la bandera de Richemont. En resumen, si bien muchas pistas hacen una prueba, muchas quejas del mismo tenor exacto nos hacen temer que las preocupaciones por el futuro de la joyería italiana no sean simples quejas de categoría, sino que las perspectivas no son realmente muy halagüeñas.
