¿Qué es mejor para una empresa que estar orgulloso de sus orígenes? Sobre todo si, como en el caso de Fabergé, son orígenes ilustres, famosos, históricos. La marca de joyería conocida sobre todo por sus artísticos y preciosos huevos de Pascua recolectados por los zares, pero obviamente también por sus joyas, tiene su origen en 1842, año en que Gustav Fabergé abrió su boutique de joyería en San Petersburgo. Una historia que, con complicadas vicisitudes corporativas, continúa hoy, con la marca Fabergé volviendo a su antiguo esplendor gracias también a la nueva propietaria, Gemfields, que asumió el mando en 2013 después de que la empresa volviera a identificarse con el mundo de la alta joyería en los noventa, al final de un complicado carrusel por la propiedad de la marca.
El caso es que Fabergé ha decidido subrayar su noble origen con una colección formada por 11 piezas, que se inspira en las joyas de oro y los preciosos complementos que la Maison empezó a producir en los años previos al nacimiento del primer Huevo Imperial. La colección lleva el nombre de 1842 y muestra la icónica marca en forma de huevo de Fabergé, en oro amarillo de 18 quilates. Es una colección de joyería fina, lista para usar todos los días. La línea se compone de collares, pulseras, pendientes y anillos, en oro de 18 kilates. El diseño de este sello de Fabergé se inspiró originalmente en la letra cirílica F Ф, como se ve en muchas de las obras maestras de la casa anteriores a 1917. La forma ovalada se ha modificado ligeramente para formar la forma de un huevo, un símbolo icónico y una historia duradera de Fabergé.
Siguiendo la idea de la sorpresa de Fabergé (como dentro de los huevos de Pascua), un rubí extraído de la mina Gemfields Montepuez en Mozambique se esconde dentro de las joyas de la colección.
