La flor de loto es solo un conjunto de pétalos para los occidentales, pero en Oriente es profundamente evocador, como Lebole Gioielli sabe bien. Enamorada de Japón y sus tradiciones (a menudo sorprendentes), Barbara Lebole se dedicó a la flor de loto que en japonés se llama Hasu, en particular a la variedad Ohga, una de sus colecciones de pendientes. Esta flor tiene una historia que Lebole reconstruye para presentar la colección Ohga Hasu, compuesta de flores de loto que decoran, mezcladas con piedras naturales de colores, aretes de múltiples longitudes y tamaños.
Aquí está la historia: en 1951, el botánico japonés Ichiro Ohga encontró, bajo una capa de turba, algunas semillas ocultas durante más de mil años. De esas semillas floreció un espécimen único de loto, desconocido hasta entonces y nos llegó después de casi 2 mil años. Según la tradición, no es suficiente que la semilla se arroje al agua para salir del cascarón: debe rascarse. Por esta razón, se enraíza más fácilmente en agua pantanosa, porque los residuos que arrastra el barro rayan la semilla permitiendo su vitalidad. En cualquier caso, al igual que las otras variedades de loto, Ohga también es un símbolo de pureza, porque florece impecablemente incluso en aguas fangosas.
