A la espera de apagar sus 60 velas, la joyería Grimoldi de Milán continúa su negocio dividido en dos frentes: relojes y joyas. Sin embargo, fue este último quien inició la empresa que tiene sus escaparates en el lugar más céntrico de la ciudad, la Piazza Duomo. De hecho, Anselmo Grimoldi, maestro orfebre, fundó la pequeña Maison en 1964. Hoy la empresa está dirigida por los niños, cada uno de los cuales ha elegido su campo de trabajo. Roberto Grimoldi se graduó en la escuela de relojería más prestigiosa del mundo, el Chaux de Fonds, en Suiza, y ha potenciado esta actividad. Giorgio es el diseñador de la casa, mientras que Cesare Grimoldi gestiona la parte comercial. Finalmente, Pamela se encarga de la venta y creación de las colecciones.
Una gestión familiar, en definitiva, propia del mundo de la joyería italiana. Pero que, a diferencia de otras empresas del sector, no se preocupa por la conservación de modelos antiguos. Sus joyas, de hecho, suelen sorprender, como en el caso de la colección Meccanico, alta joyería inspirada en armaduras orientales. O las joyas que parecen alas de mariposa con un estilo muy de diseño.