Los diamantes hechos en laboratorio pueden ser verdes, como afirman quienes los venden, pero ciertamente representan una amenaza para los joyeros honestos y, por último, pero no menos importante, para los compradores. La alarma viene sonando desde hace algún tiempo entre los gemólogos: los productores de diamantes sintéticos son cada vez más hábiles en reproducir la apariencia de gemas naturales extraídas de la tierra y hay quienes las venden como gemas naturales. El último ejemplo proviene de Bangkog: un laboratorio de gemas en la capital tailandesa, de hecho, ha descubierto otro diamante producido en el laboratorio presentado como piedra natural. Y es una joya que se habría vendido a un precio muy alto.
Se trata, de hecho, de un diamante talla brillante de 6,18 quilates calificado como natural, que el Instituto Gemológico Internacional ha analizado y clasificado tras una solicitud de verificación, presuntamente por parte de quienes lo compraron como una verdadera gema o que estuvieron a punto de hacerlo. El diamante resultó ser perfecto: color D, claridad impecable y excelente triple corte. Con un pequeño defecto: fue creado en el laboratorio. El aspecto más inquietante, sin embargo, es el procesamiento diseñado específicamente para cambiar la piedra sintética por una natural. Pero, ¿los diamantes no tienen unas iniciales invisibles grabadas con láser que te permiten identificar su origen? Sí, pero el problema es que el diamante en cuestión tenía un número falso. En resumen, los diamantes cultivados en laboratorio no son un problema si se venden como tales, pero también corren el riesgo de ser utilizados para engañar a los compradores simples.
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